Cómo El Salvador puso fin a la delincuencia: Dentro de la caída más drástica de la criminalidad en la historia
Seamos honestos: hace cinco años, si me hubieran dicho que El Salvador se convertiría en el nuevo caso de éxito en el control de la delincuencia en Latinoamérica, me habría reído a carcajadas. En aquel entonces, este pequeño país centroamericano tenía una tasa de homicidios tan astronómica que aparecía en los titulares de los periódicos internacionales cada mes. Las "zonas prohibidas" para los turistas eran básicamente ciudades enteras; mis amigos salvadoreños que viven en el extranjero hablaban de un lugar que amaban pero que, sinceramente, temían visitar. Como asesor en seguridad urbana y con años de experiencia analizando las tendencias de seguridad desde México hasta Colombia, creía haber visto todas las versiones de la oscilación del péndulo "represión vs. caos". Incluso he publicado sobre cómo las "caídas milagrosas" en la violencia suelen resolverse rápidamente y, a menudo, tienen costos ocultos brutales.
¿Cómo desafió El Salvador la historia? ¿Por qué, a partir de 2025, los principales medios de comunicación, los centros de estudios de seguridad y, curiosamente, incluso las redes de nómadas digitales hablan de San Salvador como un destino seguro, algo antes impensable? ¿Qué cambió realmente, qué se malinterpreta y qué lecciones (o advertencias) debería aprender el mundo del vertiginoso descenso de El Salvador, de capital del crimen a, aparentemente, un modelo de orden?
Eso es lo que quiero desentrañar aquí. Como siempre, la verdadera historia es más compleja —y, francamente, más surrealista— de lo que los titulares ("¡Del infierno al paraíso en cinco años!") se atreven a sugerir. Lo que me entusiasma: ser honesto sobre los mecanismos, las políticas, los costos humanos y los riesgos aún presentes, así como las recompensas. Esta es una historia que todo responsable político, ciudadano o viajero debería leer con escepticismo pero con la mente abierta. Analicémosla: humanos, política, reformas y todo lo demás.
¿Cómo llegó El Salvador a esta situación? Preparando el terreno para un milagro o un desastre
Antes de analizar los cambios, hagamos una pausa y reflexionemos. Durante la mayor parte de la década de 2000 y hasta 2015, la reputación de El Salvador era casi apocalíptica. La tasa nacional de homicidios, que en ocasiones superaba los 100 por cada 100.000 habitantes, acaparó titulares como el inequívoco "país sin guerra más asesino del mundo". Es difícil exagerar el peso de esa etiqueta, no solo en las agendas de los políticos, sino en la vida cotidiana. En 2016, caminar por los barrios históricos de San Salvador se sentía tenso incluso a plena luz del día. Los líderes empresariales con los que hablé describieron los costos de seguridad que consumían una cuarta parte de sus presupuestos. Familias "gravadas" por las pandillas locales (las infames maras) se enfrentaban a decisiones difíciles: pagar, arriesgarlo todo o huir. Admito que la resignación era palpable. Todos hablaban de "normalizar" la amenaza.
La situación se complicó tanto que, en 2015, la presión migratoria hacia Estados Unidos se disparó; una proporción significativa de menores no acompañados en la infame “crisis migratoria centroamericana” escapaban de territorios dominados por pandillas salvadoreñas.2 Las iniciativas de ayuda internacional, como la capacitación policial y los programas de empleo juvenil, apenas lograron reducir la tasa de homicidios. ¿Francamente? El estado de ánimo entre los reformadores urbanos era de agotamiento y desesperación.
¿Qué cambió en 2019? El ascenso de Nayib Bukele
Entonces, ¿qué cambió? La respuesta, en una palabra: Bukele. Cuando Nayib Bukele arrasó en la presidencia salvadoreña en 2019 —con su iPhone en mano, su campaña en Twitter y su discurso de "alterador externo"— la mayoría de los observadores esperaban una nueva ola de retórica populista. Lo que más me impactó, habiendo seguido a líderes similares en Latinoamérica, fue la rapidez con la que el estilo se convirtió en sustancia: su administración inició una reforma integral de seguridad, pasando de los anteriores "pactos con pandillas" (intentados y fallidos entre 2012 y 2015) a un enfoque más confrontativo y digital. De repente, la retórica era "sin negociaciones, solo resultados".
Al principio, la mayoría de los analistas internacionales, incluido yo mismo, éramos profundamente escépticos.4 ¿Cómo podría un líder “acabar con la delincuencia” donde décadas de programas comunitarios, apoyo policial e incluso acuerdos clandestinos con pandillas habían fracasado? El temprano “Plan de Control Territorial” de Bukele reforzó la presencia policial, invirtió en nueva vigilancia digital y lanzó mensajes públicos masivos, mostrando cada arresto en redes sociales. Los críticos denunciaron el inminente culto a la personalidad, mientras que sus partidarios elogiaron la sensata campaña de relaciones públicas. Aquí es donde lo admito: subestimé el poder de la narrativa y la acción implacable y de gran visibilidad. Empezó a cambiar el ánimo, al menos en los centros urbanos. Aun así, dudaba que cambiara fundamentalmente la ecuación.
La megarepresión y el “estado de excepción”: ¿hasta dónde es demasiado lejos?
Avanzando rápidamente hasta marzo de 2022, todo cambió radicalmente. A diferencia de las reformas fragmentadas y las incómodas "treguas" entre pandillas del pasado, el gobierno de Bukele declaró un amplio "estado de excepción" —en realidad, un estado de emergencia— que suspendió el habeas corpus y otorgó a la policía y al ejército amplios poderes nuevos.6 ¿La justificación? Una impactante oleada de asesinatos entre bandas en un solo fin de semana. (Algunos dicen que esto fue el pretexto que permitió una ofensiva que se gestó durante años. Ese es un debate para la posteridad y, sinceramente, para mí sigue sin resolverse).
Recuerdo ver las redes sociales llenas de videos de celulares: camiones blindados circulando por las calles de la ciudad, retenes policiales en casi todas las rotondas principales de San Salvador, redadas masivas de presuntos pandilleros. No se trataba de una repetición de campañas anteriores de mano dura contra la delincuencia; era mucho más grande, más rápida y, francamente, más controvertida. En cuestión de meses, más de 70,000 salvadoreños habían sido arrestados, muchos sin orden judicial ni debido proceso.7 Las organizaciones de libertades civiles protestaron. Voces de confianza en mi propia red profesional preguntaron: "¿Estamos cambiando un tipo de violencia por otro?".
Analicemos la mecánica operativa. Si quieres un "cómo hacerlo" (que, francamente, me cuesta incluso explicarlo), aquí tienes la base:
- Operaciones policiales militarizadas a nivel nacional en cada distrito, respaldadas por datos de vigilancia digital en tiempo real (reconocimiento facial, rastreo móvil).8
- Detención preventiva masiva, con muchos sospechosos detenidos por cargos de “asociación” —a menudo por tatuajes o supuesta afiliación a pandillas— con recursos legales limitados.
- La rápida expansión y centralización del sistema penitenciario, incluida la apertura de la prisión más grande del mundo (CECOT) para albergar a decenas de miles de personas en la llamada “seguridad total”.9
- Mensajes públicos incesantes: transmisión de imágenes de pandillas capturadas en el Twitter del gobierno, patrullas nocturnas transmitidas en vivo y (fundamentalmente, según entrevistas con amigos en el terreno) comunidades que denuncian actividades delictivas con una sensación de repentino cambio de impunidad.
¿Fue esto legal? ¿Fue ético? De hecho, permítanme aclararlo —incluso muchos simpatizantes admiten discretamente—: no siempre. Los abogados constitucionalistas están enfrascados en un debate continuo, y la Corte Suprema (bajo una fuerte influencia ejecutiva) ha proporcionado la justa cobertura legal para que la represión continúe sin interrupciones.10
¿El Salvador realmente erradicó la delincuencia? Analicemos las cifras (y la realidad)
Ahora, al grano: ¿Acaso la delincuencia realmente desapareció o simplemente se transformó? Los datos son, según en quién se confíe, tan impactantes como controvertidos. La tasa oficial de homicidios, según los recuentos gubernamentales de 2024 y de múltiples terceros, se desplomó a menos de 6 por 100.000.11 Entre los más bajos del hemisferio. Para contextualizar, es inferior al de Chicago, al de México y al de Costa Rica. El descenso no fue gradual, sino abrupto, comenzando con el "Plan de Control Territorial" de Bukele, pero se agudizó tras las detenciones masivas de 2022.
Año | Homicidios/100 mil | Asesinatos relacionados con pandillas | Arrestos masivos |
---|---|---|---|
2015 | 105 | ~70% | pocos (ad hoc) |
2018 | 51 | ~60% | moderado |
2022 | 18 | ~35% | 50,000+ |
2024 | 5.7 | <10% | 76,000+ |
Sin embargo, aquí es donde empiezo a dudar. Casi todos, desde Human Rights Watch hasta el Departamento de Estado de EE. UU. y la ONU, advierten que estas reducciones tienen un precio. Se han documentado arrestos arbitrarios, desapariciones y al menos 200 muertes bajo custodia.12 Algunos “barrios conocidos como seguros” reportan dividendos de seguridad, pero las áreas rurales o marginales aún sufren desapariciones y abusos.
¿Cómo es la situación ahora sobre el terreno?
Recientemente conecté con empresarios y amigos de la sociedad civil (¡qué diferencia con respecto a hace cinco años!). Dicen que la presencia policial es omnipresente, que la extorsión al aire libre ha desaparecido del centro y que el turismo, curiosamente, se ha vuelto "de moda". El primer experimento mundial de "Bitcoin Beach" está atrayendo a entusiastas de la Web3.13 Los jóvenes pueden pasar tiempo en los parques al anochecer, e incluso el arte callejero ha regresado como símbolo del orgullo local. El ambiente es extrañamente tranquilo, pero ¿a qué precio oculto? ¿Y es sostenible? Profundizaremos en la siguiente sección.
Costos, controversias y debates incómodos
Aquí es donde la cosa se complica, y, siendo sincero, esto me preocupa más que cualquier plan de políticas. La lección más incómoda del milagro delictivo de El Salvador podría ser esta: los grandes avances en seguridad pueden conllevar importantes sacrificios éticos. (Y, para ser sincero, ningún país debería adoptarlos a la ligera).
- Detenciones masivas y derechos humanos: Las ONG denuncian más de 14.000 arrestos falsos, con detenidos retenidos durante meses sin juicio. Varios tribunales han hallado pruebas de tortura o condiciones penitenciarias inhumanas (en algunos casos impactantes, la falta de comida o atención médica condujo a la muerte).15
- Disidencia reprimida: Varios grupos defensores de la libertad de prensa y corresponsales extranjeros (he hablado con varios de ellos extraoficialmente) describen “visitas” policiales encubiertas a medios críticos, acoso selectivo en Twitter/X y constantes amenazas legales a políticos de la oposición.16
- Independencia judicial: La destitución de los jueces del tribunal constitucional en 2021 marcó un paso decisivo hacia el dominio del ejecutivo; los críticos argumentan que esta concentración de poder permite la persistencia de zonas grises legales.17
Es fácil para los observadores externos calificar estas medidas de draconianas. Sin embargo, al hablar con salvadoreños de ambos lados, la reacción abrumadora, especialmente entre la clase trabajadora y las comunidades urbanas, ha sido de agradecimiento (con un miedo latente). Como me dijo un taxista en abril de 2024: "Sí, conozco amigos que desaparecieron por nada, pero además, mis hijos pueden ir a la escuela sin pagarles a las pandillas. Entonces, ¿cómo lo juzgo?". En la práctica, para la mayoría de la gente, la realidad es cualquier cosa menos blanco o negro.
¿La violencia simplemente pasó a la clandestinidad? Algunos periodistas de investigación así lo creen. Según un informe de la Oficina de Washington para América Latina de 2024, parte de la extorsión se ha trasladado a mecanismos informales y menos visibles, mientras que los homicidios, sin duda, disminuyeron (demasiado drásticamente para ser fingidos).18
- Violencia visible: ha disminuido drásticamente
- Abusos invisibles: en aumento, pero mucho más difíciles de documentar
- El miedo a las pandillas, sustituido por el miedo a la detención arbitraria, para una minoría significativa
¿Pueden otros países imitar a El Salvador? Trasplantes, lecciones y advertencias
Esta es la pregunta del millón, no, de los mil millones. Responsables políticos de Honduras, Ecuador e incluso México (sin mencionar a funcionarios municipales desde Washington D. C. hasta Johannesburgo) han viajado a San Salvador para preguntar: "¿Podemos hacer esto también?". Mis llamadas de consultoría y mis mensajes directos se han duplicado con solicitudes similares desde principios de 2024. ¿La respuesta? Es complicada.
País | Modelo de delincuencia | ¿Intento de copia? | Resultados hasta la fecha |
---|---|---|---|
Honduras | Represión masiva | Parcial (2023) | Reacción creciente; mixta |
Ecuador | Decreto de emergencia | Sí (2024) | La violencia aumenta hasta el momento |
México | Militarización localizada | No (sólo debate) | Crimen organizado en curso |
La cuestión es que copiar y pegar nunca funciona. El éxito de El Salvador se basó en una combinación única de ingredientes:
- Pequeña geografía y población (más fácil de saturar con aparatos de seguridad)
- Estructuras de pandillas centradas en lo urbano (las pandillas tenían un “territorio” vulnerable a una rápida toma de control)
- Popularidad ejecutiva sin precedentes (Bukele sigue siendo el líder más popular del mundo, según la encuesta)
- Masiva inversión en vigilancia digital, con vastos contratos de suministro de tecnología estadounidense19
¿El veredicto? No hay un plan fácil. Si usted es un legislador, periodista o ciudadano que busca una "cura milagrosa" para la delincuencia urbana, piénselo dos veces.
En realidad, ¡déjame dar un paso atrás! Ahí son Lecciones trasplantables, pero no son lo que uno esperaría. Terminaremos con ellas.
Conclusión: Duras verdades y lecciones reales del colapso de la delincuencia en El Salvador
Entonces, ¿El Salvador "acabó con la delincuencia"? Dicho sin rodeos: la violencia visible se redujo a niveles que nadie, incluido yo, creía posibles. Se han recuperado espacios públicos y barrios enteros pasaron del terror a una relativa paz. Pero la historia no es clara ni fácilmente exportable. El encarcelamiento masivo, la extralimitación del ejecutivo y las nuevas formas de control invisible son reales, al igual que los logros. Siendo honestos, lo ocurrido en El Salvador es un experimento social sin un resultado comprobado.
Esta es mi propia lección (y todavía me cuesta entenderla): cualquier sociedad que anhela seguridad puede eventualmente aceptar casi cualquier medida, hasta que les afecte a ellos o a sus seres queridos. La prueba del tiempo se acerca: ¿podrá El Salvador construir justicia real, tribunales independientes y una supervisión policial honesta antes de que regresen viejos patrones (o nuevos abusos)?
- Priorizar la evaluación independiente: Toda reforma drástica requiere un seguimiento externo riguroso, tanto por parte de organismos locales como internacionales. La transparencia de los datos no debe ser negociable.
- Invertir tempranamente en justicia y rehabilitación: los programas de prevención masiva, la capacitación vocacional y el apoyo específico a los jóvenes son cruciales para la longevidad.
- Salvaguardar los derechos civiles, incluso en tiempos de crisis: la seguridad lograda cerrando la democracia es simplemente otro tipo de inestabilidad, retrasada.
- Reconocer las condiciones locales: Lo que funciona en un país pequeño, denso y digitalmente saturado puede fracasar estrepitosamente en otro lugar. El contexto lo es todo.
Mi consejo para planificadores, alcaldes o activistas deseosos de replicar el "milagro" de El Salvador: No se dejen llevar por los titulares superficiales. Analicen a fondo tanto los datos como las historias humanas, exijan reformas duraderas y recuerden: toda reforma conlleva sus desventajas. La verdadera victoria es construir una sociedad que, algún día, no necesite ninguna represión.
Todavía estoy aprendiendo, todavía estoy dividido, pero convencido de que este caso, que no está exento de defectos ni peligros, encierra lecciones que ningún otro país puede darse el lujo de ignorar.
Referencias
- 1 Perfil de país de El Salvador: Cronología y contexto Noticias
- 2 Instituto de Política Migratoria: Violencia y migración Informe de ONG
- 3 Banco Mundial El Salvador: Datos del país Gobierno/Datos
- 4 The Economist: El ascenso de Nayib Bukele Noticias
- 5 InSight Crime: Análisis de la reducción de la violencia Análisis de la industria
- 6 Reuters: Estado de emergencia en El Salvador Noticias
- 7 AP: Arrestos masivos y represión de seguridad Noticias
- 8 Brookings: Vigilancia y política digital Académico
- 9 The Guardian: Análisis de la mega prisión Noticias
- 10 Human Rights Watch: Detenciones y procesos judiciales Informe de ONG
- 11 Statista: Estadísticas de Homicidios El Salvador Datos/Industria
- 12 Amnistía Internacional: Abusos de derechos humanos bajo el estado de excepción Informe de ONG
- 13 NYTimes: Bitcoin Beach, nuevo imán turístico Noticias
- 14 NPR Latino USA: Análisis de la tasa de arrestos Noticias
- 15 Naciones Unidas: Informe sobre las condiciones de detención Informe de la ONU
- 16 Reporteros sin Fronteras: Resumen de la represión a la prensa Informe de ONG
- 17 Americas Quarterly: Cambios judiciales y democracia Académico/Noticias
- 18 WOLA: El cambio en la delincuencia clandestina Informe de la industria
- 19 TechCrunch: Vigilancia digital en El Salvador Industria tecnológica